Quilmes Rock, día 3

Babasónicos cerró la tercera jornada del festival durante la que también se presentaron Cultura Profética, Las Pelotas, Los Cafres y más






"Chicas ricas, no le tengan miedo, esto es sólo una fiesta popular", canta Adrián Dárgelos, de movida, a una audiencia que -cómo no- contiene más de una chica rica que estará demasiado ocupada bailoteando como para asustarse o siquiera sentirse aludida. Y es esta provocación disfrazada de pop la que define, no sólo esta primera presentación de Babasónicos en Buenos Aires en dos años, sino también a su carrera en general. El hombrecito inquieto pergeña y entona, los demás interpretan, y juntos generan en su público lo sublime y lo despreciable, disfrutando por igual ambas cosas porque, bueno, lo mágico es generar sin que se note. Reyes de la doble intención y el mensaje subliminal, ese es mayor mérito de los Baba: que, pase lo que pase, igual ellos ganan.
Sin el glamour kitsch de otras veces, con una puesta eficiente y sobria que incluía ropa en blanco y negro, iluminación monocromática y una gloriosa pantalla en HD, el grupo fue disparando sus canciones en tándems: después de atropellar con el mencionado estreno y con "Así se habla", se abocó a seducir con "Pijamas", "Y qué" y el terciopelo latino de "Curtís".
Uno sabe que su show viene bien cuando las promotoras, generalmente hastiadas de servir infinitos vasos de gaseosa, se sacuden y gritan al ritmo de alguno de sus temas. Ese fue el caso de "Microdancing", celebración unánime a la que -seguro no casualmente- le pegaron "Flora y fauno", una no-canción sin exabruptos que abre el flamante A propósito. "Soy rock" y "Demonomanía" (de Babasónica, su disco metalero) marcaron un pico de excitación que luego derivaría, en otro giro magistral de la trama, en el bolerazo "El loco", en una versión un tanto menos intimista que la del álbum.
Ese arrullo para chiquitas con ganas de crecer llamado "Putita" volvió a provocar abrazos y coreadas, hasta que se pudrió con el combo de spaghetti punk "Sin mi diablo" y "Estoy rabioso". Y luego sí, pila de hits para concluir, con dos canciones redondas ("Deshoras", "Los calientes"), una remake de la música comercial setentera envasada para la gente linda ("Irresponsables", el último tema que debió haber grabado Sandro antes de morir) y un himno de la promiscuidad discursiva ("Yegua", que algunas noches es fácil).
Y en los bises, lo antedicho: el súmmum de la elegancia ("Las demás") junto a la aspereza de "Sátiro", redondeando una noche en la que, ni bien uno se acostumbraba a un clima, llegaba otro a demoler el mini status quo. Así es Babasónicos: algunos los oyen, otros los entienden. Lo bueno es que de una u otra manera funcionan.

Antes...

Acá hubo dos en uno: ante la ausencia independiente de un Día Reggae, fecha a la que los festivales locales lograron acostumbrarnos, el público de la tercera jornada del Quilmes Rock 2011 estuvo (¿un poco?) disociado. La onda que comenzó con Los Cafres y terminó con una nueva llegada de los Cultura Profética al país marcó una línea paralela con respecto al rock nacional de la grilla pre-Babasónicos. Las Pelotas volvieron a levantar ese fuck you iracundo con la dupla infalible "Saben"-"Basta"; se pusieron sensibles con "Ya no estás" (dedicado "a la memoria del Ale", claro) y "Pasajero"; recurrieron a sus clásicos de siempre ("Bombachitas rosas", por ejemplo) y terminaron rockeando con Fernando Ruiz Díaz como invitado. "Si quisiste ver" y la inmortal "El ojo blindado", Fer y Daffunchio completamente sacados.
En el escenario secundario (ese engendro insertado en el mangrullo), Nikita Nipone presentó su flamante El extranjero, con un set completamente basado en él: la madurez sonora del quinteto y la evolución lírica de Lucio De Caro condensadas en sólo seis temas. Y la ya conocida abulia de Victoria Mil dio el pie para la llegada de la banda de Dárgelos, una suerte de revival de lo que había sido el Babafest hace exactamente dos años, en el Club Ciudad de Buenos Aires.
Cultura Profética llegó una vez más desde Puerto Rico para presentar su reciente trabajo, La dulzura, un título que a la actitud del pelado-con-trenza Willy Rodríguez le queda de maravillas. Su buena onda, la pacífica calma que transmite mediante la amabilidad de su voz, la alegre cadencia reggae caribeño casi casi empalagan pero no, evidentemente no. Hubo cover de Marley, obvio: "Iron Lion Zion" antes de que el comienzo de "Ritmo que pesa" sea interrumpido por (un acting de) Guillermo Bonetto que sumó más dulzura vocal y más arenga colectiva. Que tras el final, con "Verso terso", cientos (quizás miles) hayan buscado la salida, puso en evidencia cuál era el sonido que muchos habían ido a buscar, uno que no tiene nada que ver con el rock sónico. Nada.
Por Diego Mancusi y Yamila Trautman para la rollingstone.com.ar