Creamfields Buenos Aires 2012











David Guetta volvió a ser el centro de atención en una nueva edición del festival que convocó a más de 40 mil personas en el Autódromo
Creamfields Buenos Aires volvió a convocar una multitud en el Autódromo -más de 40 mil personas- en otra edición en la que David Guetta se probó el traje de estrella pop por y no sólo porque sus tracks superan los límites de la música electrónica: en su tercera presentación consecutiva como headliner de la edición porteña del festival, el francés con el mic en la mano lanzó los mejores halagos para el público ("Son la mejor fiesta del mundo") y levantó banderas y remeras argentinas con la demagogia típica de cualquier frontman de alguna de las bandas-del-momento. Pero mientras Guetta repetía el acting que ya había mostrado en sus visitas anteriores, entregó la mejor performance. Tuvo sus megahits ("Titanium","Memories" y "When Love Takes Over", entre otros), pero le dio lugar a nuevos sonidos (hubo partes de moombahton, un subgénero con recursos del reggaetón y música urbana en clave house) y jugó con una máquina de ritmos. Un cierre con un remix de "Wonderwall" de Oasis bajó la ansiedad luego de las dos horas más esperadas de toda la noche.
Después de años en los que Cream Arena fue el ADN de la versión porteña, con el progressive house a la cabeza, en las últimas ediciones el dance en su estado más efectivo y popular marcó el camino del festival. Además de Guetta y de Calvin Harris que también estuvo en el escenario principal, Buenos Aires pudo ver en la Arena 1 a Alesso, un sueco que además de producir algunos de los tracks más intensos de las últimas temporadas y llamarle la atención a Madonna -lo eligió para abrir fechas del MDNA Tour- le saca ventaja al resto porque tiene 21 años, la misma edad que gran parte del público que lo baila. Sabe, entiende y siente lo que pasa en el dancefloor. Antes, las hermanas Nervo lograron el mejor feedback cabina-pista del festival con belleza, simpatía, color (subieron con pelucas y con sombrero) y regalos como remeras y banderas que terminaron decorando las bandejas.
Como si todavía se sintieran en Ibiza (la temporada cerró a principio de octubre) y extrañaran el verano europeo, Sven Väth y Richie Hawtin desembarcaron con sus tanques. En los primeros turnos de Cocoon Heroes (la fiesta de Väth) el productor nacido en Bosnia y que reside en Hamburgo, Alemania, Solomun, fue un imán para que la gente llegara temprano al predio y el británico Jamie Jones cumplió entregando los bajos más sensuales de la noche. Mientras tanto, en Enter (el proyecto mitad musical-mitad geek de Hawtin), Matador con un liveset de una hora precalentó para una seguidilla Premium y demoledora: Dubfire, Loco Dice y Hawtin. Del otro lado, cerraron el dueño de casa, Väth, y Mathias Kaden. En la Noche de los Museos, con Hawtin y Väth, Creamfields Buenos Aires tuvo sus piezas (techno) de colección.
En Cream Arena, Hernán Cattaneo repitió su costumbre de estar entre lo mejor de ese espacio. El argentino tocó cuando la noche tomaba forma (22.30 horas) y su fórmula, que alterna tensión y calma sobre un colchón de house, motivó a todos para lo que venía. James Zabiela y Steve Lawler se las arreglaron para mover a un dancefloor que necesitaba del baile para combatir el frío. Por experiencia tienen el know-how. Ambos están entre los DJs que más veces vinieron a Creamfields Buenos Aires.
Ver en acción a Poncho en el Main Stage presentando temas nuevos y mucho más tarde a Infected Mushroom en Nation Arena -el trance ya tiene su lugar en el festival- fue un placebo para saciar la ausencia más importante de las últimas ediciones: la falta de bandas. Se siguen extrañando propuestas internacionales en vivo como la actuación de los separados LCD Soundsystem en 2007 o The Prodigy en 2005.
Pasó la decimosegunda edición de Creamfields Buenos Aires, la más colorida desde 2008. En esa oportunidad, los fans de Deadmau5 coparon el autódromo con las Mau5head -el costume que usa el productor canadiense Joel Zimmerman-. El sábado, entre globos e inflable -decenas de Hello Kitty, un tigre, un ojo, un Mickey desinflado, una jirafa y un barco pirata, entre otros-, accesorios flúo, mamelucos y luces, un ejército de nuevos clubbers marchó por el baile entre siete escenarios y la música elegida por más de 50 DJs y productores. La sangre joven encontró su lugar en Creamfields Buenos Aires, le puso luz y alegría, sensaciones indispensables para que la vuelta a casa sea con una sonrisa, después del set de Paul van Dyk y con el amanecer de fondo. Hasta el año que viene.
Nota Rolling Stone.com.ar Por Emilio Zavaley