Samsung podría fabricar su nuevo Galaxy S II en la Argentina


La empresa eligió el Mobile World Congress para lanzar su nuevo smartphone y su tablet de 10,1. En diálogo con Infobae.com, el representante de la firma para la región confirmó que analizan fabricar el producto en Tierra del Fuego. Vea a la Galxy S2 en acción
“Todavía no definimos el valor que tendrá el producto en el mercado. Parte de ello dependerá de si finalmente decidimos fabricarlo en Tierra del Fuego. Es una posibilidad concreta que estamos analizando y dependerá de los análisis financieros. En los próximos tres meses lo vamos a definir”, explicó Teobaldo Palacios, vicepresidente del área de comunicaciones para América Latina.

El desembarco de la Galaxy S II en Tierra del Fuego no sería una novedad para esta empresa surcoreana que actualmente fabrica el 50% de sus productos para la región –más de un millón de móviles– en la provincia más austral de la Argentina y el mundo.

“Latinoamérica representa el 15% de nuestras operaciones globales y ese porcentaje va en aumento”, indicó el directivo.

Para tomar esta decisión fue clave el rol del consumidor argentino de celulares. “Es un usuario muy complejo, que sabe más que el resto de los consumidores de la región sobre smartphones. El consumidor argentino va a la tienda y pregunta cuántos megapíxeles tiene la cámara, cómo es el acceso a internet. Yo creo que entiende mucho del mercado y es uno de los usuarios con mayor madurez”, advirtió Palacios.

Impulsados por beneficios impositivos y la decisión política de hacer de Tierra del Fuego un nuevo polo tecnológico para la región, otros fabricantes como Motorola, LG y Nokia ya orientaron parte de su producción al sur argentino.

Galaxy S II estará disponible en las tiendas de teléfonos móviles a fines de mayo en Europa (€700, aproximadamente) y a principios de julio en la Argentina, según prometieron sus mentores.

“Es un teléfono superpoderoso. Tiene una pantalla espectacular, graba videos en HD, permite disfrutar mejor de las fotos... Además, su procesador de dos núcleos permite realizar un mejor rendering de los videos sin que el móvil se trabe. Es un producto muy fuerte, pero muy pequeño y muy liviano”, aventuró el especialista de Samsung para la región.

Entre las prestaciones del nuevo smartphone de la familia Galaxy de Samsung, Palacios destacó el servicio de reconocimiento de voz que incluye una aplicación de traducción prácticamente simultánea.

“El reconocimiento de voz en los smartphones va a cambiar mucho la vida de las personas. El nuevo servicio de traducción de Galaxy traduce instantáneamente a cualquier idioma. Imaginen a un turista perdido en China que necesita llegar a la próxima parada del metro. No sé si los móviles van a hacer una herramienta indispensable para vivir, porque nada se cambia por el contacto humano, pero sí van servir para hacer la vida mucho mejor”, completó el directivo.

Galaxy S2 en acción
Infobae.com tuvo la posibilidad de probar el nuevo smartphone “todopoderoso” en el Mobile World Congress que se realiza en el centro de exposiciones La Fira, de Barcelona (ver video adjunto). Entre sus principales características, se destacan:

-Está equipado con el sistema operativo Android 2.3 Gingerbread. Este OS incluye mejoras en velocidad de navegación, mejor optimización de gestión de aplicaciones y funciones más sencillas para operar el smartphone.
-Tiene 8,49 mm de espesor y pesa 116 gramos.
-Tiene un procesador de doble núcleo de 1GHz
-Pantalla Super AMOLED Plus de 4,27 pulgadas (480x800)
-Conectividad Direct Wi-Fi y NFC.
-Cámara de 8 megapíxeles con Led Flash y una accesoria de 2 megapíxeles. La principal permite disparo simple, panorámico y detección de sonrisa
-Grabación y reproducción de videos Full HD.
-Reconocimiento de voz y traducción simultánea.
fuente infobae

Cosquín Rock 2011: día tres de la Rolling Stone

Ciro y Los Persas cerraron el festival en el que también se presentaron Almafuerte, Las pastillas del abuelo, No Te Va Gustar y más
i tuviéramos que calificar el éxito de esta nueva edición de Cosquín Rock, teniendo en cuenta las variables básicas que se suelen considerarse la hora de juzgar un festival (convocatoria, efectividad del line-up, condiciones generales de clima, seguridad y accesos, por nombrar un par), la nota final se acercaría a la máxima. Porque el cambio de predio, la mudanza que volvió a aproximar el evento a su Cosquín natal, pudo realizarse sin inconvenientes groseros (quizás aún queden algunos detalles por ajustar con respecto a la facilidad del acceso, pero nada más), porque la incorporación de las actividades extra-musicales -esas que papá Palazzo quiso importar del Glastonbury británico- funcionó como plus, porque la grilla de los tres días fue tan variada como para atraer a todas las tribus y el escenario secundario por momentos tuvo tanta convocatoria como el principal. Porque más de 85 mil personas estuvieron ahí, lo que no es poco decir; y, lo mejor de todo, porque en 2011 se pudo cortar con el gualicho meteorológico: no llovió, tomá. Así, de la mejor manera posible, la undécima edición de Cosquín Rock tuvo su finale y chau, hasta la próxima.

Los encargados de la despedida fueron Ciro y Los Persas. Bueno, fue Ciro desde el principal, porque en el otro Ricardo Iorio hacía lo propio con su público (ver apartado) y en total sincronía. Sólo meses pasaron desde la edición y primera presentación de su debut solista pero Andrés Ciro, prestidigitador de gestos exagerados y hechizos de onomatopeya, es especialista en movilizar a las masas (ex)piojosas que, de todas maneras, ya se conocen las letras de pé a pá y ya esperan cada uno de los temas que hacen a Espejos con (casi) la misma ansiedad con la que reclaman los éxitos de Los Piojos. Turbante y la dupla imbatible "Antes y después" + "El viejo" de Pappo dieron inicio un show en el que el agite (de banderas, de manos, de cuerpo entero) se mantuvo con intensidad constante. Una baja de tensión, necesaria o, mejor, obligatoria, fue la que estuvo acompañada por la subida del bajista piojoso Micky Rodríguez al escenario: la mención a la reciente muerte de Tavo Kupinski. El homenaje, comparado con el que Germán Daffunchio ofreció dos días antes junto a Las Pelotas, se sintió frío, no desde el público sino desde el otro lado. "Quería dedicar este tema a la memoria de un compañero de muchos años", dijo Ciro; el tema fue "Todo pasa", con entonación conjunta y abrazo final, y no se habló más.

Aquel agite se sintió bien fuerte por primera vez con "Desde lejos no se ve": ese himno piojoso que es capaz de revivir el recuerdo de la difunta liturgia de todos los lunas, los atlantas, los huracanes y EL River final. El ritual que ya nunca jamás (y ahora mucho menos, con la partida de Tavo) podrá volver a ser. Lo impiadoso de la inexorabilidad, sin embargo, no fue impedimento del disfrute y este cierre festivalero lo dejó bien clarito. Todos cantaron "Luz de marfil", poguearon a morir con "Ximenita" y dejaron su garganta en el "Oh, cuántas veces arranqué por tu amor" de "Genius". Y todos festejaron a los recién nacidos "Paso a paso" (con bajada de línea política: "Nos encaminamos hacia el sueño de la unión latinoamericana pero todos tenemos que hacernos cargo del cambio para tener el país que nos merecemos"), "Vas a bailar" o "Malambo para Luca", con solos finales del guitarrista Juan Abalos y el tecladista Chucky de Ípola. No es lo mismo, pero...

Antes, Las Pastillas del Abuelo confirmaron su creciente convocatoria con un número de remeras, trapos y coreos masivos sólo superado por la figura central. Con el sonido rioplatense que los caracteriza y esa poética barrial plasmada en aguafuertes rodeados de una mística conformada por elementos triviales, la banda liderada por Piti Fernández no escatimó éxitos ("Tantas escaleras", "Oportunistas", por ejemplo) y, captó la atención de los que no fueron precisamente convocados por su nombre uniendo, una vez más, "Enano" con "La parabellum del buen psicópata" de los Redondos.

Fiel a la impronta "mitad Mona Giménez, mitad Bruce Dickinson" que profesa su líder, Kapanga no pierde tiempo preguntándose qué vendría a ser rock y qué no: marca cuatro y avanza, mechando con el más saludable de los descaros riffs ásperos, punchi punchi cuartetero y muchas, muchas ganas de joder. Más allá del descubrimiento de que la Marcha Peronista y "Vení Raquel" pueden fusionarse en un efectivo mash up, y de los múltiples invitados (Pancho Chevez en "Fumar", nuestro compañero Dani Jiménez en "Ruta"), no hubo grandes innovaciones con respecto a su set estándar festivalero: el medley de mini covers estuvo (e incluyó "Ala delta", "Start Me Up", "The Final Countdown" y demás), los hitazos también ("El mono relojero", "Me mata", "Ramón", esta última con deseo de recuperación para Gustavo Cerati) y, lógicamente, el espíritu festivo tampoco se ausentó, logrando la hazaña de que los dueños de las remeras de Maiden que venían del Escenario 2 se contonearan con una sonrisa en los labios.

A No Te Va Gustar, en tanto, le juega en contra su asistencia casi perfecta al circuito festivalero argento a la hora de sorprender, especialmente porque el setlist no presenta cambios sustanciales y porque -afortunadamente- tienen la férrea costumbre de ensamblar como un relojito suizo toquen donde toquen. Como siempre, se lucen en su show los temas que se salen del eje reggae-ska, como "Cero a la izquierda", "Pensar" o la exquisita "Chau", con penetrante contrabajo eléctrico incluido. No obstante, "Clara" demuestra que la canción uruguaya les sienta de maravillas y, vale decirlo, algunas gemas jamaiquinas como "No hay dolor" y "Verte reír" también integran el conteo de triunfos.
Más allá del sello neo-barrial del tablado mainstrem, es justo decir que, por cantidad, esta tercera fecha del festival fue terreno metalero. Es decir: con un hangar exclusivamente dedicado al ascenso del género, más el segundo espacio copado de punta a punta por varios de los exponentes más emblemáticos del heavy local, queda claro que la noche supo ponerse pesada. Especialmente cuando comenzó a desfilar la diáspora de V8, primero representada por Horcas (que reclamó "¡para el año que viene tenemos que copar el escenario principal!" y luego por el metal espiritual de Logos (que, en cambio, agradeció a José Palazzo por el espacio que le da al metal, a diferencia de "la mafia miope que controla todo en Buenos Aires").

Y finalmente, lo que no podía faltar: el cierre a cargo de un Almafuerte que cada día se afianza más, demostrando estar a años luz del resto del heavy autóctono gracias a letras de una universalidad y una profundidad innegables aportadas por -quién más- Ricardo Iorio y a la versatilidad y la potencia que despliega esa usina conocida como Tano Marciello (jóvenes aprendices: chequeen el solo de "Sé vos" o el fraseo de "Toro y Pampa" y asimilen, que por ahí va la cosa). La agrupación puede caminar cansinamente como en la mencionada "Sé vos", puede trotar como en "1999" o puede galopar como en "La máquina de picar carne", pero elija el paso que elija, siempre terminará aplastando. Y eso que su polémico líder estuvo medido... salvo por la mención de cierto tatuaje genital y otros pequeños exabruptos.

Queda claro que, con un caudillo inspirado, el faro está erigido. La prole, por su parte, se muestra firme, hermanada y dispuesta. ¿Estarán dadas las condiciones para un Wacken local, con un par de visitas de peso y un nutrido surtido de metal nacional y popular? A esta altura se hace justo y necesario.

Por Diego Mancusi y Yamila Trautman para la rolling stone

Cosquín Rock 2011: día dos

Charly García, Luis Alberto Spinetta, León Gieco, Skay. Pasó la segunda jornada del festival serrano
"Obediencia y amor", exclama (¿reclama?) el señor Charly García, y es el principio del fin de una noche, ésta, la segunda del Cosquín Rock, atestada de próceres, refucilos modernos y demás cosas raras. Say No More fue, cómo no, el número central, y su set, en contraposición al del Flaco Spinetta (que tocó en el mismo escenario unas horas antes) dejó expuesta una verdad: las dos figuras máximas del rock en español se encuentran, hoy por hoy, en polos opuestos. Mientras uno recompone su salud al tiempo que trata de recuperar su imagen rockera con un Grandes Éxitos en vivo con tantos traspiés como buenas intenciones, el otro se sienta a revisar su repertorio oscuro en plan jazz rock virtuoso, simplemente porque es Luis Alberto Spinetta, puede y se le antoja.

Charly, decíamos, fue puro hit, propulsado por una banda que juega de memoria (el Negro García López, su pivote ideal, dispara riffs como si él mismo los hubiese engendrado) y una segunda voz femenina (Rosario Ortega, reemplazante de Hilda Lizarazu) que aún se muestra tímida pero insinúa potencial. "Cerca de la revolución" abrió un concierto que tuvo como nota principal a García recuperando una extraña locuacidad que generó muchas sonrisas y algunas incomodidades (ver Momentos). Cantando fragmentos de sus canciones con la garganta aún mellada, tocando el piano menos de lo que a cualquier melómano le gustaría, recorriendo el escenario con movimientos toscos al estilo Ozzy, atajando continuamente sus pantalones (que se te caigan, digamos, no es lo mismo que bajártelos) y revoleando micrófonos como en sus años más tóxicos, SNM logra picos de sentimiento cuando recurre a su status de intocable y nos acaricia la memoria emotiva (imposible no disfrutar, como sea, de "Rezo por vos", "No llores por mí, Argentina", "Demoliendo hoteles" y un largo etcétera), pero -teniendo en cuenta la grandeza del sujeto de marras- nos deja pidiendo más en lo estrictamente musical. León Gieco, otro que pasó por el escenario principal más temprano, hace el aguante en "El fantasma de Canterville", la lista de temas se extiende unilateralmente hasta el mismísimo infinito (a las tres de la matina seguía firme junto al pueblo, con "Seminare", "Popotitos", "Mr. Jones"...) y la heterodoxa multitud que se lleva a casa la foto de un espectáculo que pudo ser gigante y sólo fue abundante, que al fin y al cabo tampoco es tan poco.

Como decíamos, Spinetta está más allá: sentado al lado de su baterista durante casi todo su set, demostró que no sólo de riffs demoledores vive el rockero. Al menos no el rockero serrano. A pesar de que a todos les hubiera gustado volver a Las Bandas Eternas, en esta y en cada una de las presentaciones posteriores a ese Vélez histórico, el Flaco se centró en la última parte de su discografía. Sus virtuosas y prolongadas zapadas, el teclado orquestal del Mono Fontana, la presencia de su hija Vera para cantar un par de temas incluido el cover de Hugo Fattoruso "Milonga Blues", fueron sentando poco a poco a los asistentes a los que les quedó bien claro que no, no habría (y quizás no lo haya más) "Me gusta ese tajo" pero sí todo lo que hace de Spinetta el Spinetta que conocemos. Igual, hubo "Durazno sangrando" y "Ludmila", hubo versión de "Té para tres" en homenaje a Cerati al grito de "¡Fuerza, Gustavo!", y hasta un final rock-blusero con "Yo miro tu amor" y, paradójicamente, un riff... demoledor.
Adaptando la guitarra ríspida del rock clásico norteamericano al gusto argentino, Skay volvió a dejar en claro que en los Redondos, la repartija de roles era similar a la de los Stones: el cantante es era brillo y el guitarrista, la mística rocanrolera. Las influencias se lucen: Neil Young en "¿Dónde estás?", Lou Reed en "Astrolabio", los sonidos orientales en "La luna en Fez", etc. Y el revoleo, claro, también dice presente, con hitos de su carrera solista como "Oda a la sin nombre" y "El Golem de Paternal" y, obviamente, con los pocos pero buenos regalos ricoteros que Beilinson nos lega: "Todo un palo", "El pibe de los astilleros" (con guiño a aquel fraseo de la música de Lawrence de Arabia que su es banda tomó prestado para "La bestia pop") y cierto temita llamado "Ji ji ji" que a algunos puede llegar a sonarle.

¿Y cuál otro gran pilar del rock nacional faltaba? El imprescindible en cualquier edición del festival federal: León Gieco, obviamente. Empezando con imágenes de su barbuda juventud tocando "Hombres de hierro" en el BArock 71, la primera parte de su show contó con la honorable presencia de "un clásico de Cosquín", el armoniquista Pancho "Panchito" Chevez para rendir homenaje a la "gran cantante que se fue de gira eterna", Mercedes Sosa, con "Sólo le pido a Dios". Su compromiso, múltiple y profundo, representado no sólo a través de la invitación de los apadrinados que todos conocimos en Mundo Alas (esa road movie que registra su gira nacional junto a músicos con capacidades diferentes), sino también mediante "La memoria" y la alusión a las Madres y el 24 de marzo (seguido del "Hay que saltar, hay que saltar...", claro está) y la concienzuda protesta anti-imperialista y bolivariana de "Cinco siglos igual". León se la dedicó a Evo Morales e invitó a Andrés Giménez a cantarla a capella. Y a partir de ese momento, todo viró hacia el costado, claro, demencial que aquella unión implica. León D-Mente, junta loca y sobredosis de adrenalina que transforma cada tema de Gieco, logró calentar el terreno dando nacimiento a el que luego se convertiría en el pogo más grande del Valle de Punilla. Desde "El fantasma de Canterville" hasta "Pensar en nada", pasando por "La mamá de Jimmy" de Porsuigieco.

En tanto, mientras caía el sol y en el tablado principal el Flaco ofrecía sus melodías prístinas, Dread Mar I confirmaba en el escenario reggae su condición de fenómeno meteórico deleitando a los anti-fans de Spinetta: quienes no quieren saber nada con ningún tipo de abstracción y sólo le piden a la música una cadencia dulzona para contonearse y una letra romántica fácil de recordar para canturrearle a la patrona, seguro encontraron allí su lugar. Pocos rastafaris, muchos rockerazos que se permiten entonar "Tu sin mí" porque "lo escucho porque está bueno para joder" (sic, y cualquier semejanza con lo que sucede con la cumbia no es pura coincidencia) y un sinfín de minitas alzaron los brazos al son del lovers rock más extremo del mercado y opacaron en lo que a convocatoria respecta al repaso hitero de Los Pericos, la mescolanza latina de Fidel, la prolijidad y la sutileza de Los Cafres y el roots de Nonpalidece.

Por Diego Mancusi y Yamila Trautman para la rolling stone

Cosquín Rock 2011: día uno

Calle 13, Las Pelotas, Babasónicos y muchos más, se presentaron en la primera jornada del festival cordobés
Es el Cosquín Rock la versión cordobesa de Glastonbury, o es un Pepsi Music rural en el que se vende fernet? De acuerdo al line up de la fecha inicial, encabezado por artistas festivaleros por default (y apenas un par de visitantes foráneos que, de todos modos, vienen bastante seguido), la segunda opción no parece tan fuera de lugar. Sin embargo, las características del nuevo predio (el aeródromo de Santa María de Punilla, básicamente una gigantesca extensión de pasto con los dos escenarios principales ubicados a no menos de 500 metros uno del otro) y -sobre todo- la manifiesta intención de la organización de levantar la puntería desde lo musical, sumar variedad y despegarse de su clásica sinonimia con lo ritual para acercarse al puro concierto lo convierten, no en un evento a la altura del encuentro anual británico (cuestión de nombres, imaginarán), pero sí en una experiencia disfrutable. Y además, sí, las sierras como fondo de la postal y muchas, muchas más estrellas que en la ciudad, y casi con eso basta.

¡In your face, pronóstico del tiempo! Con unas tantas nubes pero con sol y después, sí, estrellas, la primera jornada del festival que (y acá otra razón para emparentarlo con el Glasto) se caracteriza por generar una gran lucha en el fango (en el peor de los sentidos posibles), les cerró la boca a los incrédulos y transcurrió sin que el cielo derramara ni una gota de agua. Faltan dos días, no cantemos victoria aún...

La penetración del discurso ideológico (o demagógico, según del lado del abismo que separa a sus seguidores de sus detractores desde el cual se lo mire), la bajada de línea que a esta altura ya se reconoce como marca registrada de los Calle 13 siempre, siempre "viene sin lubricación". El territorio serrano no tendría porqué funcionar como excepción; si vas a ver a Calle 13, vas a ver a René poniendo fichas para combatir el "eje del mal", el "cruel imperialismo que somete a los pobres", arengando a los "desprotegidos", aquellos que él mismo unifica bajo el concepto de "su sangre", para portarse mal y mandar todo al carajo y tal. Por eso, y más allá de su -a esta altura- eterna necesidad de demostrar que no se pueden catalogar bajo el rótulo reggaetonero que los persigue, su show en el Cosquín Rock fue una nueva puesta en escena de toda esa carga política o politizada y politizante. Obvio que el poliritmo de esa multi-orquesta festiva (y el triunvirato fraternal triunfante: Residente como el MC carismático, Visitante como el creativo taciturno, PG13 como la hechicera de voz y movimientos encantadores) efectiviza aquella penetración, internalizando esos dardos en forma de danza. "El baile de los pobres", "Pal norte", "La cumbia de los aburridos", "Fiesta de locos": hasta sus enemigos más íntimos, imaginarios o reales, perrean y no hay con qué darle.

Por el mismo escenario principal ya habían pasado los Estelares y también Emma Horvilleur, que aprovechó la hora del show de los platenses para charlar con los boricuas en sus camarines. Calle 13 fue uno de los nombres internacionales de la jornada, y de todo el festival (el otro fue CJ Ramone), pero su convocatoria podría haber sido mejor aprovechada: a las siete y pico de la tarde, el predio recién empezaba a llenarse. La cosa se puso un poco más agitada cuando los uruguayos (bueno, otra visita literalmente internacional pero...) de La Vela Puerca. Clásicos en nuestros festivales porteños, los dos Sebastianes, el Enano y el Cebolla, se cargaron un setlist ska-reggae-funk-punk equilibrado (arriba "El bandido salto de mata", abajo con "Vuelan palos", por ejemplo) e hicieron el primer comentario anti-punga del evento: "Hace un rato Germán Daffunchio nos vino a pedir que digamos que hay tres o cuatro choreando por ahí. Pónganse las pilas, loco". El balance final de choreos dirá.

Siguiendo la notable no-línea musical de la escena principal, los Babasónicos subieron a rockear y. rockear. Dargelos, violador pantalón de cuero, en pose diva total como de costumbre y una seguidilla de hitazos de ayer y de hoy: "Pendejo", "Soy Rock", "Carismático" y "Cuello Rojo", "Rabioso" y la confirmación de la imbatible efectividad de Mucho. El adelanto de su sucesor, prometido vía Twitter, fue "Fiesta popular", una poderosa, pesada, oda antiburguesa ("Chicas ricas no tengan miedo, esto es sólo una fiesta popular, chicos ricos no se asusten tanto, esto es sólo una fiesta popular"). ¿Calmada la ansiedad por la llegada del esperado A propósito? No, queremos más. Antes de los bises, el cierre con los hermanos Rodríguez haciendo su rutina, como los Ross y Mónica Geller del subdesarrollo, para "Microdancing" y la dedicación de "El ídolo" a Gustavo Cerati, para que "regrese en la piel de una canción, alguna vez".

Precisamente en ese mismo sentido (el de la impotencia ante la fatalidad, quizás), el show de Las Pelotas, se sabía, iba a estar cargado de la pesada energía que toda desaparición física trae aparejada: la sorpresiva muerte de Tavo Kupinksi, colaborador y ex violero de Los Piojos, dejó su marca también en la formación de la banda liderada por Daffunchio. Pablo Guerra lo reemplazó durante un show que empezó con el fuck you multitudinario a la puta madre patria de "Capitán América" y siguió la línea furiosa con sus "¡ratas!" y sus "¡bastas!". También, las ovejas balaron desperdigadas por toda la "Plaza Próspero Montaña" (como llamó el cantante al predio) con "Corderos en la noche", pero el momento necesariamente inevitable llegó. Sentado en un sillón, Daffunchio hizo referencia a un "ángel más que tenemos en el cielo" y dedicó a Tavo "Pasajeros". "Bien, quizás fue una burla del destino" y, la pucha, en este primer día no habrá habido agua cayendo del cielo pero sí unas cuantas lágrimas derramadas.
Del otro lado, era todo risas hasta que llegó C.J. Porque sí, el segundo escenario representó a lo largo de la tarde/noche el mayor vórtice de buena onda de la historia festivalera, conjugando inesperadas arengas políticas, exhortaciones a luchar por los sueños y aguantes varios a gente que lo merece, o no. Massacre, por ejemplo, generó uno de los desconciertos más grandes de la jornada, dedicándole su set a "el mejor presidente que tuvimos en los últimos 30 años: Néstor Kirchner", consigna que fue respondida con algunos aplausos, unos pocos silbidos y una demostración colectiva de no tener idea de para dónde agarrar. Eso, más clásicos de la alternativa local como "Te leo al revés", hits nuevecitos como "La reina de Marte" y mini-covers como el de "A Forest" de The Cure, redondearon un show que de tan energético a veces roza lo pastoral. "Tenemos una sola vida, y yo elegí patear siempre al arco", expone un Walas di-vi-no con mini short animal print: de eso hablamos.

Lo de Carajo, en tanto, es una contradicción en ciernes, con un mensaje espiritual que te acaricia y un sonido virulento que te emboca en el medio de la trompa. Es claro: el trío es cada vez menos Papa Roach y más Pantera, y no sólo por el medley del grupo de Dimebag al que nos tienen acostumbrados. La contundencia que se plasma en su último disco Mar de las almas se nota en el vivo, y la opinión es unánime: ya está, terminaron de crecer.

Attaque 77, en tanto, es dos bandas en una: desprolija y previsible en sus temas de lírica protestona adolescente, e irresistible (quizás por la memoria emotiva del receptor, pero también por el oficio del emisor) en esas canciones de amor podrido de épica ramonera y melodías pegotas, como las inmortales "Espadas y serpientes" y "Donde las águilas se atreven". Ahí es cuando triunfa el trío (ampliado con el teclado de Lucas Ninci): en el momento en el que nos recuerda a la deliciosa mugre de sus inicios.

Y para el final, decíamos, se cortó el chorro de la bajada de línea con C.J. Ramone, el gurrumín de los creadores del punk, reconvertido en un tributista acérrimo de la banda que lo supo albergar con uno, dos, mil covers: "Sheena is a Punk Rocker", "I Wanna Be Your Boyfriend", "Poison Heart", "Strenght to Endure" y siguen las firmas. Con la pericia estándar de las múltiples bandas ramoneras ortodoxas que pululan por este planeta, C.J. cumplió con su misión nostálgica para fans... y no mucho más.

Por Diego Mancusi y Yamila Trautman para la rolling stone