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Fito Páez : "No me planteo ser original"
06:51|Acaba de lanzar su flamante Confiá. Habla de su arte, le responde a quienes lo cuestionan, critica a la clase dirigente y se niega a hablar de su relación con Celeste Cid.
En 2007 Fito Páez se convirtió en Rodolfo. A partir de entonces, se metió de lleno a pianista, grabó un disco solista en Buenos Aires, otro en Madrid con músicos invitados, salió de gira con The Killer Burritos, y terminó de escribir el postergadísimo guión de Novela.

"Fue una época exótica para mí, porque era escuchar mi música tocada por otra banda, que tiene un estilo único. Y una etapa solista muy importante para reencontrarme con el piano. Pero después de dos años de eso, sentía que quería volver a un sonido diferente", resume Páez.

La versión 2010 viene de la mano de una larga gira y con un nuevo disco bajo el brazo, grabado entre el frío cordobés, con nieve incluida, la inclemencia y colores porteños, y los calores de Brasil.

En la cocina de su estudio, Circo Beat, un Páez algo agotado después de varias horas de ensayo, habla. De Confiá, de confiar, de sus incontables yoes, de la dirigencia política, de la trilogía fundamental del rock de acá. En un orden en el que todo tiene que ver con todo.

"Fue la primera vez que hice un álbum tan al borde -dice-, en cuanto a entrar al estudio a inventar, con casi nada más que unos trozos de músicas incompletas, y muchas ganas de hacerlo"

¿Realmente creés que la canción se escribe sola, como cantás en "Tiempo al tiempo"?

Sí. Y ese fue el corazón del disco. Al margen de que a esta altura no me voy a asustar si tengo o no el tema. Yo sé que voy a ir por algo, y que no voy a abandonar hasta que ese algo tenga una forma que me atraiga.

Pero sin ir en busca de la canción.

Es que yo no sería tan soberbio. En Confiá hay músicas que esperaron más de 10 años para que les ponga texto. Ese es el trabajo del tiempo, silencioso, y que nadie ve. Y que para mí es muy gratificante. Porque de eso se trata, de dejar que la canción se haga sola, y no de hacer un disco según los tiempos de un contrato.

¿No se puede caer en el riesgo de una fórmula que garantice una buena recepción en el mercado?

No. Jamás. Ese puede ser un análisis que hagan otros, pero a mí me pone nervioso que me preguntes eso. Porque soy un tipo que labura sobre la experiencia que significa meterse adentro de la música. Y nunca me pueden acusar de no ser fiel a las cosas que he sentido que quería decir en cada momento. No soy un tipo al que lo vuelva loco vender un ticket de más, un disco de más. Al contrario, todo eso te trae presiones, quilombos, es la parte menos linda de toda mi vida. Cuando lo viví fue hermoso, pero fue mi etapa menos libre. Recuerdo momentos mucho ás divertidos, como éste, con un repertorio de no sé cuántas canciones, de las que puedo elegir las que quiera. Eso es más divertido que tener la presión de hacer el próximo disco, que tiene que vender igual o más. Te pone en un lugar en el cual no estoy cómodo. Me parece que es un pedido del otro. El otro te está pidiendo que lo dejes conforme. Yo creo que el problema es pensar que uno va a ver lo que espera ver. Ahí está lo que para los artistas más pícaros se llama el público cautivo. Pero los artstas lúcidos y locos y personales, van por otro lado, que es el que de su corazón. Ahí es donde aparece un valor que puede no ser valorado en una época, pero que con el tiempo adquiere una dimensión fabulosa.
¿Ahora bien, si se escriben solas, cuál es el objetivo de hacerlas?

Plasmar una experiencia, ese es el único fin. Yo no soy tan pretencioso. Yo vivo con las cosas, no soy un profesional de esto. Las cosas están latiendo conmigo mientras las hago. Algunas aparecen hoy, otras, mañana. Pero no me planteo ser original. Ya sé que lo soy, en un punto. No tengo ese problema. En todo caso, es una parte que podría ser objeto de la mirada del otro.

Sin embargo, la búsqueda de la novedad para muchos artistas es una especie de mandato.

Es una idea que me parece de una pretensión y un delirio que le escucho a mucha gente. Pero las personas somos hijos de nuestros padres y ellos hijos de los suyos, y ya. Con eso vas a armar toda tu vida. Después podés jugar a los dos acordes o a la gran orquesta. Algo que me puedo dar el lujo de hacer.

En tu caso parecería que vas en camino hacia una mayor simpleza.

Yo no pienso así. Uno decide si quiere trabajar con cosas más complejas o no. Pero esa es una decisión de alguien que conoce la materia. Porque con esa base podrías armar un axioma moral de que lo simple es bueno y lo complejo malo. En algún lugar, recuerdo que me habían acusado de barroco, cuando tenía muchos arreglos, si bien el barroquismo sabemos que es otra cosa. Y los ornamentos están muy bien, también. Son parte del discurso. Yo soy amoral en ese sentido. Eso de que la simpleza es buena y lo otro no. Que la simpleza es esencial y lo que no es simple no lo es. Y yo creo que es al revés. Yo creo que no hay nada simple en la vida. Además, yo recuerdo a algunos artistas de los que se decía que eran simples. Pero lo que pasaba era que sólo sabían usar dos acordes. En cambio, Atahualpa decidía poner sólo dos acordes.

Embarcado en la cuestión de la sencillez, Páez asegura que llegar a esa sencillez formal es algo que no sabe cómo sucede. "Es que cada vez sé menos cómo hago las cosas. Cada vez sé menos de mí. Sé que manejo el lenguaje. Y que manejo cuanto más lenguaje más difícil se torna, porque son más decisiones para tomar. En ese sentido, igual, soy de los que apoyan el estudio de los lenguajes. Me gusta hacerlo, comprenderlos, y animarme a hacer cosas que no sabía hacer, como tocar sambas brasileñas, piezas de Tom Jobim, o de Eric Satie, o de Joseph Haydn. Vas aprendiendo otras cosas, y te da más recusos", explica.


No obstante, plantea que hay un límite. "Hay un momento en el que tenés que abandonar todo eso y darle lugar a tu corazón. Es un lugar común, pero al final, con los años, aprendés que es así. Ahora, en un momento tu corazón puede sonar con muchos arreglos también, y eso no quiere decir que no vuelva a suceder. Por supuesto que siempre dicen que Claude Levi Strauss terminó mirando una piedra en su casa. Bueno, pero primero escribió Tristes Trópicos. Y eso también interesa. El viaje, el camino, es muy importante. Y hay que permitirse todo. En esa línea de no saber con claridad cómo las cosas toman forma, si se le pregunta cuánto hay de autobiográfico en sus nuevas canciones de este disco, el rosarino muestra la tapa de Confiá y dispara: "Te cuenta todo."

¿A vos qué te cuenta?

Que hay mucha gente alrededor de uno. Y que uno no es dueño de su discurso. Es algo así como que yo no soy yo, soy el otro. Y el otro soy yo. Y no tengo que explicarle nada a nadie sobre eso. Yo ya estoy perdido en este mundo. Sé que tengo que ser el padre de mis hijos, y amar a la gente que amo. Pero a la hora de crear, ahí estamos en absoluta libertad. Y ahí, la idea del doble me pareció muy inquietante.

"Confiá (la canción), habla de algo muy íntimo. Y en lo personal se traduce de muchas maneras. Es una forma de sacarse la careta. Dr. Jeckyll y Mr. Hyde. Esta es la vida, que no te asuste. Confiá", monologa. Aunque enseguida Páez parece multiplicar sus personalidades por cien.

¿Existe posibilidad de resumirlas?

Si hubiera que buscar un idea, sería la de un tipo lleno de contradicciones, de quilombos, y también de goce. Pero me niego a explicar las cosas que surgen de la experiencia vital. A mí, la que me tocó para vivir es la de hacer música y cine. En ese sentido, soy un privilegiado. A mí me tocó animar la fiesta. Aunque no soy un entretenedor.

¿Por qué no?

Porque no lo hago para caerle bien a nadie. Yo, cuando busco los sentidos, voy más allá de eso.

Entonces, ¿qué esperás que una canción tuya le cause a quien la escucha?

No espero nada. Yo hago mi música, y la toco. A veces me interesa lo que le pasa a la gente. Pero hay muchísima gente a la que no me interesa lo que le pasa con mis canciones. Porque yo no me puedo pelear con una ciudad. Lo que sí creo es que cuando la ciudad le da 35 Luna Parks a Ricardo Arjona y a Charly García le da dos, tenés que pensar qué significan la política, los diarios, en esa ciudad, en la que hay valores que fueron aniquilados.

Páez no oculta su enojo, y lo asocia a su desencanto, a la decepción que siente. "Yo soy un tipo que ama este lugar, que defiende sus cosas más auténticas y brutales, pero nunca la aniquilación cultural y el vaciamiento de ideas".

Entonces arremete contra "lo vergonzante que es todo lo que se habla del Bicentenario", y "las estupideces a las que nos suelen someter", para enseguida rescatar "la gente hermosa, divina, que tiene este lugar, que hemos destruido". Pero en el que, igual, propone: "Confiá".

¿En quién?

No en la clase dirigente, que es estúpida. Sino en el corazón de la gente con la que uno se vincula. En entregarse a una experiencia noble, y transmitírselo a nuestros hijos.

Suena bien, pero cuesta creer.

Es cierto. Yo siento que es un momento incomodísimo para todas las personas que amamos este lugar. En otro momento alguien podría haber dicho que este es un momento interesante, porque las crisis devienen en cosas buenas. Ni a palos. No hay crisis interesantes en este país. Mientras algunos se pelean como chicos que no saben limpiarse los calzones, el país se desangra. No me puedo hacer el boludo, ni quedar bien porque Clarín lo lee mucha gente. Hay que decirlas cosas. Hay una luz que uno quiere encender, que quiere mantener encendida y atenta. Y siempre va a ser mejor estar relajados. No es lindo pelearse. No es lindo estar a las piñas todo el tiempo. Acá la crisis es profunda, y posiblemente no tenga solución. Ojalá me equivoque.

Aún así, Paéz reconoce la emergencia de señales en sentido positivo. Y rescata la celebración que Luis Alberto Spinetta hizo de sus bandas eternas en Vélez, hace cuatro meses, donde participó como invitado. Al igual que en uno de los recientes conciertos de García, y también en el regreso de Los Gatos, hace un tiempo. Un itinerario que lo une con quienes considera "personas liberadoras, que han hecho cosas bellas hablando de cosas terribles, y también de cosas hermosas".

¿Y vos, en que plano te ubicás con respecto a ellos?

Yo me siento un acompañante privilegiado, en primera fila, de tres tipos fundamentales de la época que me tocó vivir: Charly, Litto y Luis. Jamás me inscribiría dentro de la tradición. Eso lo decidirán otros. Soy un espectador de lujo. Yo sé lo que significa estar en una sala de ensayo con cada uno de los tres. Y eso me hace responsable. Ojalá el tiempo me dé un espacio en el que alguien pueda decir que estuve a la altura de los zapatos que me dieron, de la ropa que me dejaron probarme.«